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Sueño involuntario

Cálido, como el sol en la ventana. Lleno de matices que se entrelazan. Un sueño posible se atenúa o se dispara. ¿Llegarán los rayos a la alborada? Afuera, los relojes se aceleran o se paran. Apenas somos conscientes del sol que calienta. Los ojos de los niños miran por las ventanas.               No ven lo que hay fuera del cristal que los separa.   En el horizonte el sol se hunde en la explanada. Yo me quedo quieto detrás de mi ventana. Los cristales se rompen en una fina escarcha. La luz penetra hasta la mañana. Los ojos de los niños se vuelven ciegos al sol. Y se abren los geranios en primavera. Hay un silencio en las miradas. Viven en los niños todas las madrugadas.

Sueño de la noche (Tambores en la oscuridad)

Tambores, tambores en la oscuridad. Mi corazón late y canta al ritmo del eterno compás. Abajo, en la cocina, el reloj gira sin parar. Hay en él una verdad muy grande y unos fuelles de metal. Tambores, tambores en la oscuridad. Mi vida se consume y el reloj no parará. Tambores, tambores en la oscuridad. El ritmo del corazón siempre me ha de acompañar. Son sus notas como un pulso, sus golpes un reflejo terrible, un reloj que no se detiene, un destino ineludible. Tambores, tambores en la oscuridad. Tengo miedo de dormirme y no volver a despertar.

Relato

Un hombre se acercó a una ventana sin ningún propósito concreto. Casi podría decirse que estaba dando un paseo cuando acabó allí frente a ella. Sin pensar, movió el marco a un lado y respiró el aire que venía de fuera. Recordó entonces como había empezado a pasear, había sido porque se había sentido solo. De pronto vio el enorme infinito que se abría al otro lado de la ventana, y sintió pánico y atracción al mismo tiempo. Luego, comenzó a inclinarse sobre el hueco de la ventana, y sintió cómo todo su peso tiraba de él hacia abajo. Recordó en esos momentos a su hermana, primero. Imaginó que podría estar haciendo en esos momentos, y lo que pensaría al enterarse de su muerte. Luego pensó en sus padres, su padre, su madre, había tantas cosas que no había entendido acerca de su madre. Quiso poder entenderlas. Pensó en Víctor, supo que sufriría, y en Sandra, Sandra no lo entendería. Se imaginó a Fátima, y a Nuria; pudo ver el rostro y las palabras de Fátima sin oírlas. Luego hizo un

Sueño introspectivo

Si existís sois una mancha en el espacio. Manchas que no pueden comprenderme y que no comprendo. Si existís, decidme cuántos dedos hay en mi mano. Que no es más que aire en los ojos reflejado. Si existís, no os veo, ni os oigo, ni os siento. no os escucho, me faltan venas en los brazos. Si existís, yo ya no sé si existo, porque me es ajeno el dolor, y me son ajenos los llantos. Si existís, me faltan piernas para ir a buscaros, Un corazón que me guíe, y unos ojos que crean a los dedos de su mano.

Carta de despedida

Siento la necesidad de escribir un poema. Como tantas veces antes que esta, te pienso. Y pensarte es sinónimo de melancolía. Aquel día el agua reflejaba las estrellas. Y yo no quería mirarlas. Recuerdo que aquel día tus ojos escribían canciones. Y yo no quería mirarte. Las estrellas, por efímeras, me asustan desde pequeño. Pero tú, poderoso sentimiento, eres lo más duradero que mi alma conoce. Ya se acerca al final -soy consciente-. Tampoco tú estás exenta de él. Antes yo te amaba porque estabas dentro de mi alma. Pero ahora eres una estrella más en el firmamento.

Oda al mar

¡Que sólo estás, mar! Envuelto en tu visión de grandeza. ¡Que sólo estás sin saberlo! El eterno movimiento que envuelve a tus olas es también una eterna tristeza. ¿No habrán tus aguas de descansar en alguna orilla? He intentado asomarme a tu playa. Bajar las estrellas a las aguas para ti. Pero tú, eterna insistencia, prefieres las olas que giran, y tus aguas no descansan en ninguna orilla. 

Siempre te decepcionaré

Hoy me he acordado de ti al escuchar tu canción. Decía:``yo siempre te decepcionaré´´. Los versos han caído sobre mí como lo hacían tus labios, y mi cuerpo de animal ha sentido una punzada de dolor. ¿Lo recuerdas? Nunca hubo placer en escuchar tu canción. Hoy he recordado las cosas que decías. Decías: ``cuando te miro veo mis ojos en tus ojos, y se me secan, como con sed, los labios.´´ Pero nada se cumplió, ¿verdad? Prometían tanto tus ojos aquel día. ¿Cómo hablar de sentimientos quienes sólo conocen deseos? ¿Cómo pronunciaré ahora la palabra corazón? No conozco más que el pecho que lo guarda. Hoy pregunto lo que ayer no supe. ¿Cómo pudo enfriarse tan rápido la llama de tu amor? Decías `querer´y no pensabas en mí, viniste a quitarme la sed y me has dejado sediento. Porque aunque tarde lo entiendo, tu jamás quisiste a nadie, y yo nunca te he querido. Tan sólo te evoco en la noche cuando me falta el calor. Hoy me